sábado, 19 de mayo de 2012

Luz de Luna

A mitad de un otoño sui generis, el frío me ataca como de costumbre, solo, con ánimos de escribir, con cierta melancolía en el alma y con un nudo en el pecho, pero sin dos cosas fundamentales: las noches eternas y el cigarro, lo primero un poco difícil de lograr (el trabajo no me permite por el momento desvelos) y el segundo un poco más fácil de alcanzar (los vicios siempre te reciben con los brazos abiertos, además nunca lo dejé del todo y alguna noche por ahí lo extraño).

La música en las orejas me ayuda a calmar un poco la pena de la soledad cuando te visita sin que la llames, el sinsabor de un fin que esperabas no tenga fin, duele más aun. Los sueños que no sueñan más, los abrazos que no abrigan, los besos que hoy saben a sal, la mirada ciega que apagó la luz del camino que se supone debíamos seguir, en fin todas esas cursilerías que hasta hace poco me hacían feliz, hoy no están más. La vida siempre te da pero te quita sin pedir permiso, y casi siempre te quita lo que más quieres, si la luchas eres grande, si te quedas parado eres mediocre, etiquetas de la sociedad.

Este otoño me agarró con un golpe en la garganta, conatos de fiebre y dolores de cabeza. A los treinta y un años, uno ya no se es un jovencito, no se es un chico de quince, ni se es uno de veinte, menos de veinticinco, ni si quiera de treinta, a los treinta y un años, creo es la edad perfecta para saber ¿qué hacer con tu vida, formar una familia o vivir en soledad, despegar profesionalmente o quedarte como un empleado más, comprar una casa o un departamento, o vivir arrendando hogar?, en fin, todas esas cosas. Yo por mi parte creo que elegí hace mucho tiempo, casi inconscientemente, cuando imaginaba a un viejo solitario, en un cuarto muy poco iluminado, con un cigarro a medio fumar, algo de alcohol, algunos libros tirados, una radio vieja, una tele de esas a tubos, el recuerdo de algún logro realizado y cierta paz que inquieta y es que anoche dormí con esa idea nuevamente en la cabeza y hasta la soñé, fue rarísimo, siempre me gustó esa suerte de visión de mi futuro, pero anoche la sentí como una pesadilla, y en la madrugada, cuando desperté sentí un vacío muy grande, una pena que jamás había sentido antes, quería huir, salir a algún lugar donde no conozca a nadie, esconderme de mí, no ver nunca más un espejo, simplemente, y aunque suene contradictorio, quería alquilar un cuarto viejo y envejecer ahí, con mis recuerdos y penas, con mis sueños que no sueñan, y con las fotos grabadas en mi cabeza.

Es cómica hasta el punto de convertirse en dramática esta escena llamada vida, es compleja y hasta aburrida, es intensa y lerda, desgastante y embriagadora, es lo que toca vivir, algunos con familias, otros sin ellas, algunos con hijos otros sin bebes, unos con amor otros con mentiras, algunos que luchan siempre otros que se cansan a los treinta y un años.


 

jueves, 10 de mayo de 2012

Una cita y un amor

Recuerdo que venía muy solo, que ya andaba acostumbrado de tanta soledad y quería seguir así.

Era un Lunes de Agosto y mi soledad asustada se había refugiado en un rincón de mi alma, mientras mi cabeza seguía conmigo de vacaciones y mi corazón latía más y más fuerte con cada palabra leída, con cada palabra escrita y pensada. Las canciones se habían convertido en ramos de flores y cajitas de chocolates, y es que era, o es difícil, hablar de ella sin pensar en una canción. En ese momento recuerdo que se me había pegado un tema del gran Charly García, "...yo estaba en un lugar a punto de caer y aunque te parezca extraño, música es lo que das..." así cantaba la canción pero no sabía a quién, quién me había tendido la mano para no ir al vacío absoluto, para rescatarme con su alma de música, con sus palabras calmas, con su sonrisa soñada, con sus ojos llenos de amor, no la conocía pero ya se la cantaba, soñándola quizás.

Era un Lunes de Agosto, no un Lunes cualquiera, no Lunes otra vez, no. Era "el Lunes", que de repente y no hubiese existido si mi viaje frustrado a un festival se hubiera realizado (que para ser sincero no le puse muchas ganas y en el fondo sabía que lo que quería era estar el Lunes con ella).
Desperté temprano aquel Lunes, y como siempre esperé que aparecieras en ese monitor empolvado, para poder leerte y que me leas, para poder saber cómo estabas, para seguir despidiéndome de la soledad que era la compañera fiel hasta ese día, o días antes quizás. Hablamos, no recuerdo bien si mucho o poco, pero hablamos, quedamos en vernos no recuerdo si a las 2 ó 3 de la tarde, pero quedamos. Calculé salir de casa para llegar justo a la hora, pero no contaba con los semáforos y la débil capacidad de ubicación de un taxista con mucha paciencia al manejar. Te vi sentada en una banca de Quilca y Garcilazo de la Vega, hacía un poco de frío y la tarde estaba gris, llevabas una camisa o blusa, como le dicen las mujeres, para mí no se diferencian en nada pero bueno, son cosas de chicas que los chicos no entenderemos jamás, en fin, yo estaba muy nervioso, ansioso, quería verte, saludarte en persona, darte un beso, pero también tenía miedo, miedo del silencio, miedo de estar engañándome con una ilusión quizá no correspondida, en fin mi cabeza en ese instante era una ensalada. Fuimos a almorzar comida vegetariana a un restaurante al que ella iba. Caminamos hasta el lugar, que no estaba muy lejos, nos sentamos y pedimos, o más bien ella ordenó (yo ya había comido, asegurándome el comer poco si no me gustaba o simplemente no comer nada), de entrada una crema de zapallo y de segundo creo que lentejas o algo así, yo me quedé con el primer plato y tú probaste de mi crema, a pesar que no te gusta las sopas. El almuerzo pasó entre risas y bocados, cuando terminamos un cigarrillo nos acompañó en nuestro andar.
Me contaste muchas cosas en el camino, que querías que tu padre te regalará una cámara de fotos, semi pro  o pro, pero una buena, y que también querías una Mac, recuerdo que vimos también algunos carteles en una calle, algo de un deudor o estafador y le habían hecho su cartel con foto y nombre completo, cosa que nos causó cierta gracia. Llegamos a un bar, de esos que se detuvieron en el tiempo, nos tomamos una Pilsen helada, quisiste poner una canción en la vieja rockola pero no salió y la tuviste que remplazar.
Luego nos fuimos a comprar LPs, que era para lo que habíamos quedado, fuiste por salsa, compraste con entusiasmo y llevaste seis discos, cuatro de salsa y dos de Charly García (Yendo de la cama al living y Parte de la religión), tu rostro era increíble, nunca pensé ver tanta felicidad en los ojos de alguien y obviamente el momento quedó inmortalizado en una foto, la más linda que alguna vez tomé.
Al salir de aquel lugar caminamos hasta una librería cuando la noche ya estaba encima de nuestras cabezas, necesitabas un libro para la amiga de una amiga, o la amiga de la mamá de una amiga, o algo así. Estuvimos buen rato en "El Virrey" y al salir la garúa limeña amenazaba con humedecer nuestras caras. Uno, dos pasos y sonaba en el café del costado "Llueve sobre mojado" de Páez, nos paramos inmóviles cantando y riendo, magia y música, música y complicidad, magia y amor que comenzaba a caminar...
Llegamos en taxi a "Polvos Azules" buscando un disfraz y una barita mágica, muchos intentos frustrados pero varías risas, cuando nos dimos por vencidos, salimos del lugar y fuimos por algo de comer, un postre no caería mal...
Anclamos en "Berizzo" después de hacer la mitad del viaje a pie y la otra mitad en taxi, (querías quedar bien, me lo soltaste este martes, jeje), pediste un pie de limón y un café, y yo pie de manzana y un jugo de naranja, entre sueños y confesiones, entre conocernos y querernos siguió la noche, ahora con una copa de vino en tus manos y un café expreso en las mías, mientras mis ojos besaban tus labios y miraban tus ojos tratando de encontrar la ilusión que yacía en mi corazón.

Era un Lunes, no un Lunes cualquiera, pero que como todos tenía un final, un final que no lo había planeado y que no quería que llegara, caminamos siete cuadras hasta el paradero donde ibas a tomar la combi que te llevaría a casa de tu amiga July, la temperatura había bajado un poco y te presté una casaca que tenía puesta para que te abrigues y unos metros antes de llegar me la devolviste. Ya en el paradero me armé de valor y puse mi brazo en tus hombros, tenías frío, que pasó a un segundo plano cuando el abrazo se concretó.
Un beso en la mejilla, la promesa de tu llamada cuando llegaras a casa de tu amiga y el "chau" indeseado.

Aquel Lunes 22 de Agosto, no fue un Lunes cualquiera, fue la primera cita, fue conocer al amor, fue empezar esta historia sin fin, esta historia de siete vidas, fue música, magia, miradas, sonrisas, vinilos, fue y aun es amor y música, magia y amor, sueños y amor, amor y alegría, amor y Mar.