martes, 12 de septiembre de 2023

A mis cuarenta y pocos

A mis cuarenta y pocos, la vida me regaló algunos amigos, unos pocos amores, muchas frustraciones y más aun derrotas, sin embargo no le guardo rencor. Creo que cada vida tiene sus gracias y desgracias. La mía, sumamente agraciada y bendecida por una desgracia tan desdichada que la pobre amenaza siempre con suicidarse (pero lamentablemente no lo hace). Perdí muchos, amigos… Bah! No los perdí, los alejé, deseché, expectoré, largué, boté, en fin, los aparté de mi vida, quizá para no mostrar mi lado más visceral, ese que me sorprende a veces a mí mismo y del que me arrepiento siempre que sale de mi ser. Como una suerte de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, convivo desde siempre con ese monstruo interno que sale de mi interior arrasando todo lo que amo, alejando a las personas que me aman y alejándome a mí de mi ser (Dr. Jekyll). Siempre tuve como mejor y mayor arma: la palabra (Mr. Hyde). Solía no pelearme a puños, porque cuando la amenaza acechaba, con dos o tres frases (todas verdades, por cierto, pero muy brutales), aquellas palabras envenenadas por la ira, por la furia, por el enojo, el coraje, el enfado, la molestia, y quizá más aún por la frustración, esas palabras, que muchas veces me han servido para enamorar, aquellas frases, pegaban más duro que un puño furibundo golpeando en la mandíbula de cualquiera, y con eso dejaba K. O. a mis oponentes. En febrero una parte de mi alma murió, la mujer que más amo se fue para siempre y no fue sino hasta finales de abril e inicios de mayo que comenzó mi luto postergado, y fue muy duro llevar esa pena solo, noches interminables de pensar, llorar, extrañar, preguntarme por qué ahora, por qué tan pronto. No quería que llegara la noche, pues sabía que sufriría la pérdida que no lloré (como debía) en aquel febrero de verano. No hubo invierno, por ahí que con él hubiese sido más fácil llevar mi pena, o no. Hace pocas semanas aprendí a sobrevivir con mi luto, comencé a escribir un poco más que antes, a leer, a soñar de nuevo. Es loco, pero en cada sueño estás tú, antes de dormir es tu rostro el que me acompaña por las noches calientes de este invierno caluroso, y por las mañanas húmedas de esta Lima gris, que hoy viste de celeste su cielo color rata, tu rostro es el que me despierta, ilusionado volteo para verte aun dormida, pero no, no estás más. Cuando era chico y empezaba a escribir, recuerdo que hice algo acerca de los sueños y, uno en especial, era hacer cine, cosa que logré y si bien, nunca realicé un largometraje grabé varios cortos. Con un amigo (que perdí), comencé la aventura cinematográfica. “Nosotros, somos artistas”, solía decirme, un rótulo que nunca me ha gustado, nunca me gustaron los artistas, sea el que sea (actores, pintores, músicos), demasiado ego para mi gusto y, lo más cómico, es que los que son menos se creen más: contradicciones de la vida (inseguridades de la persona). Mi amigo, el “artista”, hoy vive en Madrid, tiene una bebe y él sigue haciendo cine, incluso acaba de grabar un largo. Felicitaciones, gordo. Te quiero. Ojo, esto no es algo estructurado, esto son un montón de ideas que salen de mi cabeza, sin orden alguno, desprolijo, sin un tiempo marcado, un poco como ha sido mi vida, donde las cosas llegaban casi de casualidad, sin pensarlo mucho de pronto pasaba algo que cambiaba todo. Algo que modificó mi vida fue la música, siempre (desde que tengo uso de razón), la música acompañó mis días. Recuerdo cuando era chico escuchaba básicamente la música de mis viejos: boleros, baladas, una pizca de rock and roll, salsas y merengues acompañaban las fiestas de fin de año en casa, donde se reunía toda la familia por parte de mi madre, y los más chicos aprovechábamos para quedarnos despiertos hasta el amanecer. Un día de invierno, mi prima (que vivía frente a mi departamento en el distrito del Rímac, un barrio popular de la capital), me trajo un CD con la portada de dos tipos de pelo largo, decía: Sui Géneris (arriba), y Confesiones de Invierno (abajo). Cynthia, mi prima, me dijo entusiasmada: “Cerdito, tienes que escuchar esto!”. Sin más puse el disco ese medio desconfiado y comenzó a sonar algo nuevo para mí, y no solamente nuevo porque nunca había escuchado a la banda esa, sino porque la música era nueva, las letras eran nuevas pero describían mis momentos,mis temores, mis alegrías, mis penas… Era como si tuviese en ese disco encerrado a mi yo y él me hablaba y me decía: “tranqui, ya pasé por eso y sobreviví”. Sui Géneris, se convirtió en mi banda favorita, la escuchaba todos los días, incluso tenía un casete que hasta el día de hoy recuerdo las canciones que tenía: Seminare, de Serú y que yo juraba que era de Sui cantada por Spinetta! Jajaja. Mariel y el Capitán Juan Represión Botas Locas Rasguña (versión Adiós Sui Géneris) Confesiones Cuando ya me empiece a quedar solo Quizás porque Pequeñas delicias de la vida conyugal El Sr. Tijeras Música de Fondo para cualquier fiesta animada Instituciones Mr.Jones El rey Tango en Segunda El show de los muertos Casandra Tema de Natalio Para quién canto yo entonces Tumbas de la Gloria (de Fito, sabía que era de Páez, pero me sobraba espacio en la cinta y esa canción me gustaba mucho). Gracias a Sui, conocí a Serú, La Máquina y, obviamente, a Charly García. Ese personaje con el bigote bicolor, de largura interminable, con oído absoluto, ese narrador de mi vida, ese drogadicto delirante, ese ser que con dos palabras calmaba mi miedo, ese tipo, me cambió la vida, y gracias a él, conocí otros músicos, otros lugares, otras personas que lo amaban igual que yo (o más). Es alucinante que tu mejor consejero sea un músico, que no conoces en persona, al que no le hablas, pero que te dice todo, todo y todo bien, y hasta en sus discos más oscuros y de mayor delirio, encontraba una palabra que calmaba mi ser o que coincidía con lo que vivía en ese momento. Hoy, me sigue pasando, es como si mi yo del futuro me estuviese hablando (obviamente sin los excesos del famoso rockstar). Un día lo conocí, siempre hubo una conexión (así lo veo yo y así lo veré siempre), cada vez que salía de vacaciones (mis vacaciones las programaba un año antes), coincidía con alguna visita de García al Perú y, por supuesto,, que yo estaba en primera fila. Lo había visto en 2001, el 18 de enero y trabajé en ese recital: La vuelta de Sui Géneris. Sí, señores, mis dos mejores amigos de la adolescencia: Charly y Nito, me acompañaban en mi primer año de mi primer trabajo y nada menos que grabando su recital. No cabía en mí. Charly, en la prueba de sonido, se bajó del escenario mientras tocaba los acordes de Cerca de la Revolución, luego de coquetear con un par de anfitrionas de alguna marca que auspiciaba el concierto, el flaco camina como cayéndose, con una mano pitada de celeste y blanco, y la otra de rojo, tocando una guitarra que parecía un péndulo que colgaba de uno de sus huesudos hombros. Con cada paso que el genio daba por un no muy estrecho camino, García se acercaba más y más a mí, yo estaba convulsionando, no imagino la cara de estúpido que habré puesto, y él me miraba con confianza, miraba mi polo viejo de Adiós Sui Géneris que había decorado con aerosol en la espalda, la famosa frase y estilo de vida implantada por García a fines de los noventas, las letras SNM, Say No More. Charly pasó por mi lado, cruzamos miradas varias veces, cinco o seis, quizá. Luego cuando iba de regreso al escenario, giró y me miró con una sonrisa torcida. El concierto estuvo increíble, eterno y genial y no hizo más que ratificar mi admiración, amor y agradecimiento hacía esos dos adolescentes cincuentones que fueron mis mejores amigos sin que ellos lo sepan. Un 23 de Septiembre del 2008, García reaparecía en los escenarios después de su internación y desintoxicación. Su primer concierto de la gira era en Lima, se debe haber anunciado entre mayo o junio, yo tenía programadas mis vacaciones desde enero, si no recuerdo mal, salí de vacaciones la segunda quincena, es decir, para el recital estaba libre. Compré mi entrada, apenas salieron a la venta. Una mañana, ya me encontraba de vacaciones, creo un par de días antes de mi cumple (que también es en septiembre), veo en el noticiero del canal donde trabajaba que sorteaban entre los fans, el compartir con García en el backstage. Al instante, apenas terminó el noticiero, agarré el Nextel y moví mis hilos para estar ahí, con Charly. El día llegó y no podía estar más ansioso, de hecho no dormí nada la noche anterior, esa noche, en ese recital histórico conocería a mi mayor ídolo, no sé cuántas personas tienen esa dicha, pero créanme que no hay nada mejor que decirle te amo, gracias por tanta música y por salvarme, a esa persona que sin saberlo lo hizo. Gracias Charly, te amo siempre. Mi vida no ha sido tan blanco y negro, vieron que ha tenido matices de color y alegría, pero a veces nos quedamos con los últimos acontecimientos y somos injustos con nuestras vidas. Perdóname vida mía!. Mientras escribía lo de Charly, una canción no dejó de sonar en mi cabeza, justamente la primera que escuché de Sui: Cuando ya me empiece a quedar solo, y quizá sea por mi estado actual, no solo sentimental, sino como vivo hoy: solo, totalmente solo. Rodeado de muchas personas, muchas de ellas me quieren, otras varias no, pero solo. Cuando llego a casa, por la tarde, lo primero que hago es dejar mis cosas, y recostarme en mi cama a pensar, mientras alguna canción acompaña mis pensamientos, recuerdos, añoranzas, sueños, lo que sea. Otra canción sui géneris de Sui Géneris, es “Quizás porque”, cuando era chico amaba esa canción, quería encontrar a la mujer de mi vida y dedicarle ese tema, y hacerle coronas de papel de cigarrillos (hoy ya no fumo, aunque a veces quisiera fumar mil puchos). Hoy, a punto de cumplir cuarenta y pocos, estoy parado mirando mi vida desde lo alto de un edificio, mientras el viento golpea mi rostro y despeina mis cabellos ya despeinados, mientras mi equilibrio trata de mantener el equilibrio para no caer al vacío, hoy siento que la vida ha sido buena conmigo, me llenó de gracias y desgracias, me golpeó y también acarició. La vida fue una vida como la tuya o la mía. Mi vida quiso vivir acompañada pero mi monstruo interior, apartó a todos con una fuerza tan tremenda que nunca pude atacarlo ni con las palabras más hirientes, ni con los golpes más duros, siempre él salía airoso y parecía que, incluso, se fortalecía. Hoy quiero matar a ese monstruo, así muera yo también, igual un poco muerto estoy, la vida me fue matando poco a poco, como a todos pero este año más. La vida nos mata porque la muerte comienza a nacer, mi muerte nació cuando era niño, y ha ido creciendo a medida que los años pasaban, hoy ella se llevara mi monstruo y lo llevará a donde le toque (el infierno, seguramente), yo deambularé como alma en pena cuidándote como siempre quise hacerlo. Yo no moriré, no hoy, quizá a mis cincuenta y pocos (si mañana sale el sol).

jueves, 31 de agosto de 2023

El Chico y Yo

 Hace unas semanas atrás, ya de madrugada (casi las 3 a.m.), el insomnio se apoderaba de mí nuevamente. Recuerdo haberme acostado y apagar todos los artefactos que distraen el sueño como a la 1 de la mañana, aproximadamente, pero por más que intentaba no podía dormir, daba vueltas en la cama, cambiaba de música, todas las noches duermo con música y es algo que hago desde que tengo uso de razón. Cuando era chico y dormía en el cuarto de mis padres, ellos ponían música, y luego más grande cuando ya dormía en mi cuarto yo también hacía lo mismo, generalmente pongo a Charly García para entregarme a “los brazos de Morfeo” (qué huachafo!).

Curiosamente, nunca he tenido problemas con mis parejas en ese aspecto, a ninguna le ha molestado esa manía que tengo por dormir con música, o el tic de mover el pie para poder dormir o untarme la nariz con abundante “Vick Vaporub”.

En fin, volviendo al principio, el insomnio se apoderó nuevamente de mis noches, venía a visitarme otra vez cuando pensaba que ya se había aburrido de mí, pero no… Esa madrugada mientras giraba en la cama y buscaba, con cierto aire derrotista, la canción correcta que me haga conciliar el sueño, sin éxito alguno (tonto yo). Aquella noche, caí en la conclusión que mi insomnio ya venía tocándome la puerta semanas atrás. 

Hace un par de semanas o tres quizás, despertaba a mitad de la noche y pasaba treinta minutos o una hora despierto, pensando en las cosas que había hecho, que me habían sucedido, en la gente que conocí, en los amores que dejé, en el arrepentimiento de haberla dejado, en mi madre, en mi soledad, en mi vida. 

De pronto, esa madrugada cuando ya eran las 3 a.m., regresé a cuando era niño, un chiquilín de 5 o 6 años quizá, a esa edad tenía una tradición muy masoquista, cada noche antes de dormir mi cabecita, inocente aun, alucinaba que mis padres morían. Yo lloraba en silencio, no quería que nadie escuchara mi llanto, mi pena autoinfligida. Nadie sabía de mi ritual nocturno, de esa pena mía, de mi más grande miedo, de aquel luto anticipado que me ponía encima de la pijama marrón con ribetes cremas. Esos pensamientos me acompañaban con el llanto de una pena imaginaria, hasta que rendido por la tristeza y de tanto llorar me quedaba dormido hasta el día siguiente y cuando despertaba con angustia corría a ver si mis papás aun estaban conmigo y no muertos como en mis pensamientos de la noche anterior. 


Me parece que en esos momentos angustiosos, en esas noches de flagelaciones mentales, de muertes, de penas anticipadas, de llantos eternos que descansaban conmigo hasta el día siguiente; creo que esas noches en la puerta de mi cuarto merodeaba el insomnio: altivo, imponente, con esa soberbia y la confianza que le da la noche. Estaba ahí, parado observándome, con un traje negro elegantísimo, alto y flaco, blanco como la leche y de cabellos grises (a pesar de sus canas tenía un semblante juvenil, debe ser por todos los sueños robados a tantos noctámbulos como yo). Pero, por qué venía a verme a tan temprana edad?, qué quería de mí este personaje siniestro que amenazaba mis sueños con los miedos más tremendos que un niño podía imaginar?, por qué no me seducía con elefantes voladores o delfines que me llevaran a recorrer las profundidades de los siete mares, o con piratas con pata de palo en busca de un tesoro en alguna isla inexplorada?, por qué no era un superhéroe que salvaba a la humanidad o un científico que inventaba la inmortalidad o los viajes en el tiempo, o un astronauta que viajaba a otros planetas a vivir aventuras increíbles? Por qué tenía que soñar con la muerte, y con la muerte de las dos personas que más amo, por qué? Por qué el insomnio desde el inicio se convirtió en un pesar y no en algo divertido?. Con el tiempo, tuve que camuflar esos pesares, esos temores, esos miedos, con cigarrillos, alcohol, noches de joda, amigos que no son más amigos, y otros tantos que aun lo son. 


Esa noche, la noche de hace unas semanas atrás, cuando ya casi eran las 4 de la madrugada, y ya casi dormido, vi tu rostro, tu sonrisa enorme, tus ojos grandes, tus manos que en algún momento me habían tocado y acariciado, tu boca que solo sabía de ternura y de besos apasionados y cálidos. Sentí tu luz, esa luz que ilumina a todo aquel que se cruza en tu camino, esa que iluminó el mío y que aun necesito (aun te necesito). Quise ser tu luz también, pero creo que no fui más que una vela gastada, que en vez de iluminar creaba claroscuros que desviaban nuestro amor.


Desperté con los ojos llorosos y con un nudo en el pecho, pensando en ese chico que dormía con pena llorando la muerte de sus padres, y al instante una frase, que acompañaba el recuerdo de mi sueño, se apoderó de mis pensamientos: “Ay, cómo estará mi alma?”, repetía mi cabeza cada vez que admiraba entre alucinaciones al chico de 6 años que imaginaba muertes, mezclado con tu rostro, tu boca y todo lo que ya les conté.

No pude dormir más, eran casi las 5 de la mañana. Cogí mi celular y me puse a escribir, nunca me gustó escribir por celular algo que sale de mi alma, pero esta vez era urgente, tenía una necesidad imperante de hacerlo, todo se proyectaba en mi cabeza, imágenes, sonidos, melodías… Mi mente era una comparsa, donde personas bailaban, tomaban, gritaban, reían. Irónicamente reían en mi cabeza mientras mi alma lloraba, extrañaba, quería regresar el tiempo a aquel sábado donde todo acabó. Escribí lo que estas personas gritaban en mi cabeza, y sin corrección alguna apagué el celular, dejando solo a Stravinsky arrullarme con sus melodías hasta el día siguiente, mientras el caballero alto de cabellos grises y blanco como la leche se alejaba en busca de otro soñador que anda cansado de soñar.

lunes, 12 de junio de 2023

¡Ay!, ¿Cómo estará mi alma?

¿Cómo estará mi alma?

¡Ay!, ¿cómo estará mi alma?

Mi alma de niño

Que muere a la noche

La noche que tapa

Al alma que mata


¿Cómo estará mi alma?

¡Ay!, ¿cómo estará mi alma?

Mi alma sin alma

Mi alma que araña

La garra de alma

Del sueño que calla


¿Cómo estará mi alma?

¡Ay!, ¿cómo estará mi alma?

Del joven sin rumbo

Del joven que teme

Que crece sin calma

Que teme a su alma


¿Cómo estará mi alma?

¡Ay!, ¿cómo estará mi alma?

Mi alma que llora 

Al alma que ama

Que esconde del alma

El sueño que no ama


¿Cómo estará mi alma?

¡Ay!, ¿cómo estará mi alma?

Mi alma de chico,

Del chico que crece

Que esfuma su alma

Que vive sin calma


¿Cómo estará mi alma?

¡Ay!, ¿cómo estará mi alma?

Mi alma que para

Mi alma sin sombra

Que espera el alba 

Y el sueño que sangra


¿Cómo estará mi alma?

¡Ay!, ¿cómo estará mi alma?

Mi alma de viejo,

Del viejo que miente

Que miente a su alma

El alma que no habla


¿Cómo estará mi alma?

¡Ay!, ¿cómo estará mi alma?

Mi alma que no habla

Mi alma que grita

El grito del alma

Que grita lo que ama.


¡Ay!, cómo estará mi alma

¡Ay!, cómo estará mi

¡Ay!, cómo estará

¡Ay!, cómo

¡Ay!






martes, 16 de mayo de 2023

10 Días

 Después de la tormenta llega la calma, dicen. Hace unos días dejó de llover, pero aún sigue nublado. No sé, hay como un vacío dentro mío (es normal después de una pérdida). Quizá sea extrañar, no lo sé. 

Siempre quise saber qué se siente extrañar, a lo mejor es recordar a alguien y al girar la vista ver que no está más, y que los ojos se te llenen de lágrimas. Quién sabe.  

Ha sido un año raro, el más raro de mi vida. La vida me quitó a la mujer que más amaba y amaré en el mundo, y me dio retazos de amor como compensación. Como tirándome a la cara lo que más odio que es el amor a cuentagotas, ese que se aguanta por miedo, el que nunca fue honesto, y no porque no lo sintiera sino porque cuando veía sus ojos me decían mil cosas, pero hacía muy pocas. Puede que mi estándar del amor sea muy alto, no lo sé, pero a mí me gusta entregar todo y más, no me gusta el amor mezquino, el que te da sobras como si uno mendigara amor.  

No dudo del amor, pero sí en las formas de darlo. Como dije líneas arriba, quizá mi estándar del amor es muy alto. No lo sé.  Hoy estoy solo, pero solo de verdad, giro y no tengo a nadie que me de la mano (no por falta de amigos, ellos siempre están) pero es una soledad que nunca experimenté, quizá pasados los 40 el desamor pega más fuerte, quizá reconfirmo lo que siempre pensé de chico, que nunca encontraría a nadie que al final se quede conmigo. 

Tengo pocas ganas de hacer mis cosas, y regresé a mi refugio, al que nunca me ha abandonado (sin embargo, con los años lo hago peor). Ojo, no es un reclamo ni a la vida ni a nadie, porque al final quien decidió (bien o mal), fui yo, pero sí es una búsqueda de saber ¿por qué si el amor es universal, nuestras formas de expresarlo son tan dispares? Siento que el “quisiera” no existe cuando uno ama, porque lo hace y punto. 

Perdónenme quienes leen este mamarracho, pero es como una suerte de catarsis, un desahogo, un vómito, sacar toda la mierda que me tiene tirado en la cama pensando y dándole vueltas a lo que siento, a lo que quiero y a lo que soy, es describir un millón de imágenes que pasan a la velocidad del sonido y tratar de describirlas sin un desorden,  sin caos, es imposible.  

La vida nos da oportunidades de remediar nuestras cagadas, pero a veces por orgullo uno cierra la puerta de lo que se pudo reescribir, o continuar, depende cómo se quiera ver. Yo aprendí que el orgullo siempre te caga y, aunque demore muchas veces en hablar cuando me molesto, es más para no hacer daño que por orgulloso, tampoco negaré que aún se asoma de vez en cuando por una ventana de mi alma, pero siempre trato de remediarlo, esas son las oportunidades, creo yo.   

Amor, desamor, 40 y tantos, ojos, cuentagotas, caos, refugio, catarsis, orgullo, vida.