viernes, 7 de septiembre de 2012

Viernes 3 am

Hoy desperté agitado, sudando, recordé mientras dormía todo lo que había pasado, lo que viví y aun ocurre, quería salir corriendo de este cuarto, ta oscuro, tan solitario, tan mío, tan yo.

Era viernes, no recuerdo bien la hora, creo que el reloj marcaba las 2:35 a.m., recuerdo que estaba tan excitado que hasta sentía calentura, una especie de fiebre leve. De pronto en ese mismo instante recordé el fin de semana pasado, el sábado (seis días antes), estaba a estas horas bebiendo cualquier cosa que me pueda emborrachar, era mi única salida, mi escape para no pensar, para no volver a vivir lo vivido, y para dejar de vivir lo que hoy toca.
La imagen de una mujer, que no era la mía, una mujer mas bien distinta, de esas que nunca me gustaron, una de ellas, hoy me besa con pasión desenfrenada, y yo, dejando que todo pase, no pongo límites a sus deseos, el alcohol, la traición, el querer desaparecer, la depresión, todo ello te lleva a no poder tener control en tu vida, te hace ver lo bueno como malo, y lo malo como bueno, mientras pensaba que lo que hacia era lo correcto y vivía un engaño del que no podía ya salir.
Al reaccionar, me entraron ganas de llorar al ver que su rostro no era el de siempre, aquel rostro que llevaba en una foto dentro de mi billetera no estaba más, no estaría nunca más, un triste y casi imperceptible "Adiós" y salí corriendo del bar.

El domingo al despertar, no quise pensar en lo que había hecho con mi vida, en lo que habían hecho con mi vida, con mis sueños, con mi amor. Se habían llevado todo, lo habían dejado en un cuarto de 4x4 metros, con barrotes y sin ventanas, con soledad y sin culpas, sin respuestas y con muchas preguntas, todo se quedo dentro de esa soledad, esa misma soledad que hoy me agobia, me persigue y me arresta nuevamente, sin mayores culpas que por las que me encarcelaron, sin aclaraciones, ni declaraciones, sin juicios, ni sentencias.

Recuerdo que los primeros meses ahí dentro solía cantar las canciones que nos escribíamos. Los canas no eran tan malos en ese lugar, hasta conversaba con alguno, pero cuando le pedía casi llorando que me explique que hacía yo ahí, contrariado me decía: "No lo sé, ni sé por qué lo hacemos" y se iba pensando y mirando el suelo. Cuando me cambiaron de cárcel, me vendaron los ojos y con grilletes en manos y pies, me subieron a un auto o lo que sea, atrás íbamos cinco chicos y dos policías, nunca nos quitaron las vendas, ni los grilletes. 
Por el camino, el aire helado, el frío y un poco de dolor de cabeza, pude darme cuenta que estábamos en la Sierra. 
Bajen, grito con autoridad militar una voz ronca, caminamos cerca de diez o quince minutos, no debemos estar a mucha altura, pensé, porque no me había cansado por haber caminado ese tiempo, a pesar de que estaba muy débil, y eso que la comida en la cana no era tan mala, pero sólo el almuerzo era contundente (un poco de arroz, guiso o lentejas, una manzana y agua), solía ser el almuerzo, en el desayuno un poco de té y dos panes del día anterior o quizá anterior al de ayer.
Llegamos, las puertas eran de madera y parecía que era una casa antigua, por el rechinar de las bisagras, el piso era de madera y hacía más frío que allá afuera, bajamos unos escalones y a empujones me metieron ya sin grilletes en los pies, pero si en las manos y aun con la venda...

Estábamos los cinco, más un anciano. Nos presentamos:

Pablo, veinte años, estudia danza en la Católica, la noche que lo apresaron estaba en casa del novio, dormían cuando forzaron la puerta del departamento donde vivían, lo golpearon hasta dejarlo inconsciente.


Angello, comunicador, estaba por subir al avión, había ganado una beca para estudiar en Argentina, cuando pasó el último control se le acercaron dos tipos que le pidieron amablemente los siga, salieron del aeropuerto y subieron a un auto, sin mayores explicaciones, lo golpearon y taparon su rostro con una bolsa de tela negra. El día que lo arrestaron cumplía 25 años.


Ernesto, 32 años, el día de su graduación terminó muy borracho y no recuerda como lo apresaron, es lo único que dijo. Y a pesar de que habló poco su voz se me hizo familiar.


Rubén, tenía 19 años, era músico y niño aun, llorando nos contó que los policías entraron a romper todo en medio de un concierto que daba en el centro - golpearon tanto y a tantos - dijo. Casi sin respiración - mataron al baterista, él era mi hermano mayor, éramos los dos, no teníamos a nadie más - y se apoderó del lugar un silencio total.


Me llamo Luis, dijo una voz gastada por el cigarro, tengo 63 años, soy profesor de secundaria, enseño literatura. La mañana que me arrestaron, estaba por salir a la escuela, mi hija, gracias a dios, ya había salido, estábamos Watson, mi bulldog ingles, y yo. Tres tipos me tocaron la puerta, cuando abrí, muy amablemente me dijeron que tenían algo para mí y debía acompañarlos, iba a hacerles una pregunta cuando el más alto me abrazo y me dijo que no querían golpearme y que por favor colabore. Sabia que algo no andaba bien, ya se habían denunciado desapariciones en algunas zonas de la sierra, pero en la capital nunca había pasado nada.


Soy Roberto, dije, mañana cumplo 32, hace una semana que me arrestaron, fui a recoger a mi novia, a la universidad, dos tipos se me acercaron y sin decir palabra alguna me golpearon, me pusieron una bolsa de tela negra en la cabeza y me subieron a un auto, a dónde, no sé.


En ese lugar no sabían que era el desayuno o la cena, en su lugar nos daban un poco de agua con un tenue sabor a té, y el almuerzo no era mas que arroz blanco sin sal, un poco de carne de lo que sea, y un caldo de agua con sal y tres fideos. Ese fue mi alimento diario durante mi vida en prisión.

Aquel domingo en mi cuarto no quería pensar, ni recordar, ni nada.
No pude.
Los diálogos, las imágenes, los gritos, los golpes, todo lo recordaba con lujo de detalles, y sobre todo tu rostro, nunca olvidé en tanto tiempo tu rostro.

Esa madrugada de Viernes recordé todo lo que había recordado en la semana, me sentía triste, aburrido, con miedo, no tenía ganas de vivir.

Eran las 2:59 a.m. de la madrugada de ese viernes. Abrí el cajón de mi velador, saqué un arma que guardaba desde que salí de la cana, hace un año exactamente. Apreté las muelas al punto de casi quebrarlas, vi tu rostro, escuché decir "te amo", recordé nuestros sueños, tu sonrisa. No pude más.
Apreté el gatillo. lo último que vi fue mi reloj, 3 a.m.

Te vi hermosa, como la primera vez, como siempre...


Los que no pudimos más, nos fuimos.



miércoles, 5 de septiembre de 2012

Soy ateo, gracias a dios

Desde muy chico siempre me interesaron dos temas, la muerte y la existencia de Dios, y es que quizás por venir de un colegio religioso era casi imprescindible el cuestionar algo que de por si, te lo imponen.
Los rezos, mandamientos, la iglesia, los curas, las monjas, la inquisición, las guerras, las plagas, el diluvio, en fin, mil y un cosas que desde muy niño hacían trabajar mi mente. Siempre escuché que Dios es amor puro, que él perdona todo y a todos, y a partir de ello comenzó mi cuestionario.
¿Cómo puede un ser que es todo amor, olvidarse de algunos que viven en la miseria absoluta, cómo puede este personaje tan lleno de piedad, dejar morir a niños en medio del desierto, convirtiéndose en la merienda de las aves rapases que aun agonizando picotean el cuerpecito de aquel pobre inocente?
No lo entiendo...
¿Cómo un Dios que todo lo ve, se hace el ciego cuando un representante suyo viola a menores, incluso de su mismo sexo, y tienen la desfachatez de condenar la homosexualidad, cómo si ama a todos por igual, es capaz de pedir sacrificios a sus fieles, pidiendo la vida de sus propios hijos?
Es obvio que el hombre tiene la culpa, exclusivamente de lo que pasa acá en la Tierra cuando algo se hace mal, pero cuando las cosas salen bien nos olvidamos del hombre y agradecemos a Dios, este dios que por su divinidad es un oportunista por excelencia, viene a desmerecer al hombre cuando éste tiene todo el mérito, en fin, así es la fe.
Recuerdo que en la adolescencia me interesé por descubrir nuevas experiencias religiosas, nuestro estado laico, tiene de laico sólo el título, porque desde que entras a un aula te imponen la religión católica, y eso que tus padres sin tu autorización te bautizaron, cuando no sabían que su hijo podría ser ateo, agnóstico o de alguna religión o secta diferente a la católica.
A lo que iba en la adolescencia me interesé por otras religiones, recuerdo que entre joda y joda, ingresé con algún primo a un lugar con nombre japonés, donde te hacían quitar los zapatos y dejarlos en una suerte de casillero sin seguro alguno, cuando entramos al salón, que era grande y blanco, con ventanas grades que dejaban entrar mucha luz, veo a algunos creyentes arrodillados frente a un hombre, y cuando nos disponíamos con mi primo a copiar la postura de los otros, escuchamos un grito de alguna mujer: "¡Mis zapatos!, ¡Me han robado mis zapatos!". Demás está decir que el caos se apodero del local, y nosotros fuimos los primeros en salir con un ataque de risa. Luego conocí a un amigo que era cristiano, fue realmente alucinante, nunca había visto tanto fanatismo en una religión, con sus canciones, sus puestas en escena, sus bautizos, y toda esas cosas que me causaban mucha risa, pero que también alimentaban mis dudas, ¿Es natural no sentir la presencia de un dios en el alma, es condenable que cada vez que escuche a alguien decir, "gracias dios mío por salvar a mi hijo", yo piense por qué no le agradeces al doctor que lo operó, es natural que le haga promesas a dios sólo cuando Alianza iba perdiendo o pedirle que nos regale el campeonato?
Estaba muy confundido, tenía miedo es cierto, porque si Dios existía iba a ser castigado por él, a pesar que todo lo perdona...
Soy ateo por convicción, por experiencia y porque no creo en un dios perfecto, en un creador que no se equivoca, en un ser incapaz de errar, porque si fuese así, nosotros no seríamos lo que somos, imagen y semejanza. Y si existe no me arrepiento de no creer en un ser tan diabólico que condena al que cuestiona y deja morir a su creación sin mover si quiera un dedo.
Soy ateo y estoy orgulloso de serlo y me gustaría que mis hijos se cuestionen la existencia de dios. Ser ateo señores no es tener una enfermedad mortal, no merecemos, ni queremos su lástima, ser ateo queridos amigos es abrir la mente, es negarse a la imposición de unos cuantos que creen tener la verdad de su parte, ser ateo no es ser malo, es poder gozar de la libertad de hacer lo que uno quiere sin remordimientos, ni culpas divinas.
En resumen, soy ateo, gracias a dios!