Pálido de frío y mojado hasta los huesos (a veces el invierno no es buen amigo), tratando de prender un cigarrillo con las pocas fuerzas que aún me quedan, el encendedor era muy fuerte para poder girar el pequeño rodillo que prendera mi arma de suicidio a cuentagotas, no pude más y caí sentado en un lago de cemento y lluvia por donde todos apresurados pasaban sin mirar siquiera.
Me dolía el alma tanto q paralicé el mundo con un grito reparador, que me dio fuerzas para prender mi cigarro, me reincorporé y seguí mi camino sin destino, cosa común en mí, después de unos minutos y ya sin nada que fumar decidí ir a un bar a tomarme un cerveza o algo que me hiciera revivir, antes de llegar vi demasiada gente en las calles (es obvio en un viernes sangriento, y más aún en la Av. Larco), todos muy arreglados los chicos muy maquillados para la ocasión con los pantalones blancos tan de moda, todos muy elegantes, las niñas careteando con sus amigas en busca de alguien que les arregle la noche con pestañas largas y uñas de plástico, con ojeras artificiales y bocas rojas como las fresas, todas muy blancas fumando chinos y riendo la locura del momento, muy frescas, muy tiernas, muy inocentes, muy astutas (en sus cabezas), con un par de tragos muy bien preparados te las llevas a la cama a una o a todas.
Yo desentonaba en ese mundo de apariencias, de banalidades, de cosméticos masculinos y de bocas rojas, de mentes vacías y caras de felicidad disfrazada en momentos de locura adquirida, yo era un poco más normal, digámoslo así, mirando muchos chicos así llego al bar de la esquina de Berlín (esos sitios de mala muerte, donde todos van a tomar algo cuando no hay dinero para divertirse de verdad). Busqué un lugar cómodo y con buena vista, con poca luz y discreto, nunca lo encontré pero al menos tenía una buena vista y poca luz, le pedí al tipo que hacía las veces de mozo y cuidador de autos que me diera una cerveza bien helada y una cajetilla de cigarros, no bien terminé de pedir todo ya tenía un pucho en la boca prendido y mi cerveza en la panza, cuando iba a pedir la segunda, miré hacía la calle y vi una figura familiar, muchas fotografías llenaron mi mente, vacía en aquel instante, dejé poco más de lo que había consumido en aquel bar y haciéndole señas al “mozo” para que se quedara con el vuelto, salí corriendo tras lo que habían o creía haber visto.
No se alejaron mucho así que no me desgasté más corriendo, sólo apresuré un poco el paso, entraron a un sitio de esos “bien”, donde definitivamente no podía entrar yo con esas fachas, si iba a casa a cambiarme me llevaría por lo menos media hora, y si se iba no me lo perdonaría, quería verla, ver como el tiempo había matado su mirada de felicidad cuando me besaba, quería ver el mal de su destino al irse de mi lado, quería ver lo que veía en mí cuando los fantasmas empezaron a no dejarme dormir y me mostraron que por más suicidas que sean los vampiros, nunca vana morir. Quería reírme de su cara cuando se asuste al verme, quería venganza y eso decían mis ojos. Corriendo salí de esa calle y fui a una muy comercial, me metí en una tienda de ropa y compre unos jeans y un polo decente, el sobretodo que tenía aunque mojado era de muy buen corte y muy bello, entré al baño me arregle un poco el cabello, lavé mis manos y mi rostro de incertidumbre e ilusión, pagué de la misma manera que en el bar, salí corriendo y me cambié en un callejón que encontré en una calle oscura, la ropa que me había sacado se la regale a un anciano que pedía limosna y que me tenía cierto cariño por que le invitaba cigarrillos y conversábamos de vez en vez, no le di tiempo a darme las gracias, las cuadras se hacían enormes pero llegué muy agitado y con algo de calor en una noche muy fría y húmeda, “Hola” dije con mi habitual sonrisa de confianza, “¿Con cuánto cierro el sitio este?”, el mono de la puerta me miraba extrañadísimo “No sé”, respondió; “Sabía que no sabías, la gente como tú nunca sabe, pero no tienes la culpa te perdono por esta vez, y no dejes entrar a menores de edad”. No le di tiempo a reaccionar cuando ya estaba dentro del lugar, ahora tenía que buscarlos menos mal no había mucha gente, era algo temprano todavía, muchas caras, muchos chicos con maquillaje y chicas caretas, de pronto los vi cuando me acercaba al ambiente de la derecha y justo delante de ella a pocos metros había una mesa vacía a donde fui directamente cigarro en mano me senté y comencé a fumar relajado y tranquilo, con el corazón a mil y mis ojos queriendo verla.
No quería ser reconocido, había pasado algunos años desde que nos vimos por última vez, que nos besamos por última vez, que nos amamos por última vez, yo traía el cabello más largo, estaba más flaco, la cara un poco más desfigurada, mi forma de vestir también había cambiado un poco, el haber tocado fondo se reflejaba en mi mirada, no era la de antes, mi sonrisa encantadora antes ahora era de miedo por la confianza que me dio el temor, alcé la mirada sus cabellos negros y lacios fue lo primero que vi, eran tan negros como una noche sin luna, como mi destino, luego su boca roja muy de moda en ese tiempo, su nariz pequeña, sus ojos grandes y tan negros como sus cabellos, su voz de paciencia me hizo temblar, los ojos se me llenaron de lágrimas mientras escuchaba entre música y voces, una particular que me invitaba a comprar una cerveza o algo para tomar. Un whisky doble pedí y un cenicero, mientras mi cuerpo moría y mi alma quería escapar de ese lugar, estaba tan destruido como en el adiós, el aro en el dedo me confirmó la felicidad de tus ojos y esa risa que no se te quitaba nunca. Prendía y apagaba cigarrillos, fumaba como si esa fuese la última cajetilla de mi vida, no podía más “Termino el trago y me largo a caminar” pensé, cuando estoy por terminar el escocés el mono que tenía por novio se fue, supongo que al baño, eso me daría una chance para poder acercarme y al menos saludar o simplemente verla desde mi sitio.
Ya sola no paraba de contemplarla, y es ahí cuando sus ojos color de mi destino se cruzan con los de mi venganza, yo volteo rápidamente y giro otra vez, la saludo y ella con mucha incertidumbre y curiosidad se acerca a mi mesa, me temblaba hasta el pelo, pero sabía que no iba a morir (no se muere dos veces en la vida), “Hola” disparé, ella sólo sonrió, “Te ves muy bien”, “Tú también” me mintió, “Jajaja, muy buen chiste, veo que no haz perdido el sentido del humor”, “Leí algunas cosas tuyas, que no me gustaron” me dijo mientras miraba ese rojo que me hablaba, “Sí, bueno nunca se puede agradar a todos, lo mío pasa por oscuridad, ahora estoy así en una etapa muy negra, y eso es lo q hago, el Diablo, Hadas, Dios, todo eso me llama la atención y sólo escribo lo que creo de ellos o lo que quiero encontrar, nada más”, en eso llegó el tipo de lentes oscuros en invierno y de noche (demasiado glamour), “Hola” disparé nuevamente con mi sonrisa de confianza estaba decidido a hacerlo mierda ahí mismo, “Él es Beto, un amigo que hace mucho no veo”, “Hola” me dijo el mono, “Bueno los dejo tranquilos, yo tengo que ir a comprar un poco de drogas antes que se los levante a todos la policía” dije medio en broma medio enserio, “Adiós, espero me llegue la invitación a la boda” arremetí señalando su dedo, y salí pagando de la misma manera que en la tienda y el bar anterior.
La calle estaba más fría ahora, pensé que no se podía morir dos veces en una misma vida, pensé en venganza cuando te vi, pensé que estabas triste y aburrida con una pistola en la sien, pensé que te enamorarías otra vez, pensé que no me dolería, pero la estaca de tus ojos se clavo en mi corazón, y los fantasmas ahora ocupan todo mi cuarto, imposible entrar sin morir de verdad, esta vez el vampiro tiene que huir a buscar un poco de paz.
Vampiro, no me dejes nunca más!
No hay comentarios:
Publicar un comentario