Un día la música dejó de sonar, y fue tan fuerte el silencio que salí corriendo sin un rumbo fijo, sin fijarme que ya me había alejado demasiado, pero a pesar de la distancia, el silencio aun seguía muy cerquita de mis oídos...
Cuando casi ya me había acostumbrado a ese ruidoso silencio, llegué a un campo hermoso, grande y eterno, verde y rojo, amarillo y naranja. El cielo azul, con nubes tan cercanass que casi se podían tocar, tanto me impresionó ese cuadro que olvidé rápidamente que aquel bullicioso silencio se había apoderado de mí.
Unos pasos más allá y algo cansado, decidí sentarme justo al lado de unos girasoles, grandes y hermosos, de pronto uno de ellos parecía botar de sus pétalos una suerte de lágrima...
¿Por qué llora el girasol?, pregunté a la nada....
Se cansó de amar, me respondió una mariposa...
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