De pronto el desconcierto, gritos, bulla, disparos a lo lejos, sirenas de policías y ambulancias todo muy difuso, una mujer desesperada no sabía para donde ir, corría hacia un lado y regresaba al otro, el mundo parecía girar al revés, la tierra temblaba como nunca, el suelo agrietado y enfurecido, era como si algún monstruo propio de una película de horror de los 50s, quisiera salir de su celda infernal subterránea, o quizás todos los sirvientes y el mismo Satán quería mudar su eterno reino de fuego por uno más cálido. La tierra no paró de temblar, de pronto el día se hizo de noche, y el cielo comenzó a llorar la histeria de los asustados se reflejaba en relámpagos, truenos, rayos, y mucha, mucho agua comenzaron a calmar las vibraciones del suelo, esta vez el castigo no venia del inframundo, ahora era una condena divina.
Los más fieles señalaban con dedo acusador a todos los pecadores (claro ellos nunca pecaron en sus cabezas, pero en sus almas el negro es el color más claro que conocen), los niños sin saber lo que pasaba corrían y cantaban como un prolijo Sinatra bajo la lluvia, pero, en verdad ¿quién sabía exactamente qué pasaba?, creo que ni el mismo Dios ni el mismo Diablo podían darnos una respuesta contundente o de pronto era una batalla de fuerzas, el Demonio luchando con sus armas desde el fondo del suelo y Dios en lo más alto del infinito mandando todo su arsenal en un diluvio, y claro el ring de lucha nuestro querido planeta.
El mundo era un caos, volcanes erupcionaban, las lluvias ocasionaban derrumbes y huaycos, maretazos, tsunamis, todo a oscuras, un eclipse eterno nos quitó la visibilidad, y dejamos de videar todo lo que alguna vez nos pareció divino y hoy aborrecemos, tememos, odiamos, nos escondemos de nuestras culpas con dos “Padre Nuestro”, “Ave María”, “Credo” o lo que cada cual sabía o recordaba de su irritante infancia en una escuela católica llena de hipocresías y herejías divinas, permitidas por su Dios.
La nieve se deshelaba, el mar enfurecido nos anunciaba la ira de Poseidón, de repente nuevamente los temblores azotaron cada uno de los continentes, parecía que el séquito demoníaco estuviese a punto de atravesar la pequeña capa que nos aísla del infierno, algunos exagerados dicen haber visto un perro con tres cabezas y cola de serpiente (Cancerbero), otros a la Hidra, Íncubo, Súcubo, Djinn, en fin todos los compinches satánicos, nunca faltan esos que se alimentan del pánico e ignorancia de la gente.
Los ladrones no tenían valor para robar, los asesinos rezaban y pedían perdón por sus asesinatos, los estafadores prometían ser mejores, los mentirosos juraban amor a Dios si todo pasaba, todo era una tragicomedia digna de un premio de cine, el cielo pintado de azul marino nos recordaba que cuando los dioses y demonios se enfurecen no hay plegaria que pueda saciar su sed.
Así continuó la vida en la Tierra entre agua celestial y fuego infernal, los niños y hombres iban desapareciendo, los animales no resistieron mucho tiempo y murieron casi todos, solamente quedaron algunas ratas (con el pasar del tiempo se reproducieron en gran número), e insectos portadores de enfermedades que sin medicinas causarían una muerte lenta y segura. El olor era nauseabundo, había que caminar con mucho cuidado pues te podías tropezar con algún cadáver ya sea humano o animal, esto era peor que cualquier cuadro del fin del mundo, esto, era la vida misma, la vida que quizá nos merecemos o la que nos tenía preparada Dios y el Diablo.
No sé cuantas horas o días pasaron no tenía como darme cuenta, todo era azul oscuro, no había noche ni día, no vimos más la luz del Sol, no vimos más una planta que purifique nuestro dañado y contaminado oxigeno, no contamos mas cuentos de Hadas, no habían Cenicientas, ni Caperuzas, ni Alicias, ni Cerditos, nada de eso se contaba a los niños antes de dormir, simplemente se les lloraba y rezaba y se le pedía a Dios lo tenga en su gloria, que de seguro era mucho más calma que la que hoy mata a nuestros niños.
Al poco tiempo en el mundo sólo quedaron los jóvenes y algunos adultos que habían tenido una vida muy sana, los ancianos y niños se fueron en las primeras horas del Armagedón. La batalla fue intensa y no se dio tregua alguna, Dios quería ganar pero el Diablo respondía a sus armas con peores y constantes ataques, rayos eran repelidos con erupciones volcánicas, lluvia con temblores, truenos con tsunamis, en fin para cada castigo celestial había una respuesta terrenal o mejor dicho infernal. Nunca vi nada parecido a esto, la Tierra era un concierto en canon de llantos y lamentos, de rezos y misas de todas clases, hasta las ratas, que se reproducieron en gran número, parecían pedir con sus miradas al cielo que se acabe de una vez por todas. Recuerdo que en alguna lluvia eléctrica que me tocó vivir, vi a un hombre atragantándose con uno de estos roedores, su cara de espanto y asco no tenía forma de ser descrita, es más creo que él mismo no se creía que estaba alimentándose de una rata recién muerta, y es que en verdad sólo nos quedaba comer eso, no habían por mucho más tiempo cuerpos frescos para alimentarse, al poco tiempo las ratas se habían convertido en el maná de los tiempos de muerte. Desconozco el número de personas que aún quedaban en nuestro planeta pero asumo que eran muy pocos, todo fue tan rápido e intenso que nadie estuvo preparado y de a muchos murieron, era común tropezar con brazos, piernas, dorsos, cabezas de todo tipo de ser vivo.
En el mar no era diferente todo ese movimiento debió haber causado algún daño se dice que en las zonas costeras el mar varaba a cada instante nuevos peces, algunos cuentan que un monstruo con cuerpo de dinosaurio y aletas de pez abandono un lago conocido y se perdió en la maleza, historias como esa no paraban de escucharse, ballenas, tiburones, delfines, ostras, peces pequeños, medianos, y hasta peces que nunca antes habíamos visto con aspecto algo terciario aparecían en las arenas de las playas, este es nuestro planeta señores, ahora si podemos decir bienvenidos al Edén.
Soportamos no mucho más de lluvias, temblores y demás, de pronto la noche poco a poco se volvía claridad, el cielo azul marino estaba naranja, el aspecto de los que sobrevivimos todavía, era como el de los cavernícolas de las películas y no es para menos, un sol radiante nos invitaba a soñar, quizás somos los elegidos me susurro el tipo que feliz me abrazaba, una mujer desnuda corría y bailaba en una pista de baile hecha con cuerpos muertos, al fondo aprecié una pareja abrazados y caminando juntos sus últimos pasos, el hombre parecía que iba a morir antes que ella, y efectivamente pocos metros antes de llegar el tipo se desvaneció curiosamente en el único pedacito de concreto que quedaba limpio (llamémosle limpio al único lugar sin un muerto), la mujer sin más lágrimas que botar lo beso, se recostó en su pecho y lo abrazó tan fuerte que parecía que sus venas verdes se salían de su piel ahora casi transparente.
Con mi buen y nuevo amigo caminamos por todas las calles de la ciudad, si es que se le puede llamar calle a lo que quedaba de una mal llamada ciudad, el dibujo era el mismo muerte y más muerte, ratas en festines eternos moscas por todos lados, agua y mas agua, mierda en cada paso encima de los muertos, realmente hubiese preferido morir a estar viendo este cuadro repugnante y denigrante. Que bueno nuestro Dios le dije al tipo que me acompañaba, el sólo sonrió con la boca medio torcida.
El día parecía eterno y el calor era insoportable, el sol quemaba sus rayos penetraban hasta los huesos, sin agua era difícil sobrevivir, como extrañaba la lluvia y la oscuridad pensé, mi nuevo amigo se recostó en un muro que se había mantenido en pie y decidió no moverse más quedarse a esperar a la muerte o a la noche lo que primero llegue, él y yo discutimos por un tiempo no muy prolongado, y decidí no quedarme a ver su muerte, seguí avanzando pensando encontrar otro ser vivo, pero lo único que encontraba eran ratas comiendo personas, embarradas en mierda, mierda y más mierda alrededor. Estaba a punto de volverme loco no podía más y maldecía a mi orgullo y el no haberme quedado con el tipo vivo que ya a estas horas debería haber muerto, me recosté esperando el atardecer que nunca llegó, entonces pensé la guerra terminó, el fin del mundo ya pasó y somos pocos los que sobrevivimos y hoy lo contamos, Dios y el Diablo son amigos como antes que bueno por ellos, tuvieron que matar a mucha gente y ver sufrir a otros, hicieron que las personas caigan en la más profunda humillación, hicieron que la denigración sea la insignia de esta batalla, no les importo niños, ni ancianos sólo su guerra, su divina y satánica guerra, menos mal el altruismo de Dios es infinito, lamentablemente su ring de pelea fue nuestro planeta, que orgullo vimos en vivo y en directo el Armagedón, las armas infinitas de Dios y el poder del Diablo, el ring quedo hecho mierda y los espectadores que quedamos vivos aún esperamos nos devuelvan los boletos para guardarlos de recuerdo, hoy el ring nos cuenta en forma de un cuadro surrealista y aberrante la fuerza de Dios y el Diablo. Hoy yo medio muerto veo la luz al fondo del túnel, y veo que ésta nunca más se apagará, gracias Dios por darnos tu luz divina y alumbrar nuestro camino con este sol eterno que nos quita la vida.
Los más fieles señalaban con dedo acusador a todos los pecadores (claro ellos nunca pecaron en sus cabezas, pero en sus almas el negro es el color más claro que conocen), los niños sin saber lo que pasaba corrían y cantaban como un prolijo Sinatra bajo la lluvia, pero, en verdad ¿quién sabía exactamente qué pasaba?, creo que ni el mismo Dios ni el mismo Diablo podían darnos una respuesta contundente o de pronto era una batalla de fuerzas, el Demonio luchando con sus armas desde el fondo del suelo y Dios en lo más alto del infinito mandando todo su arsenal en un diluvio, y claro el ring de lucha nuestro querido planeta.
El mundo era un caos, volcanes erupcionaban, las lluvias ocasionaban derrumbes y huaycos, maretazos, tsunamis, todo a oscuras, un eclipse eterno nos quitó la visibilidad, y dejamos de videar todo lo que alguna vez nos pareció divino y hoy aborrecemos, tememos, odiamos, nos escondemos de nuestras culpas con dos “Padre Nuestro”, “Ave María”, “Credo” o lo que cada cual sabía o recordaba de su irritante infancia en una escuela católica llena de hipocresías y herejías divinas, permitidas por su Dios.
La nieve se deshelaba, el mar enfurecido nos anunciaba la ira de Poseidón, de repente nuevamente los temblores azotaron cada uno de los continentes, parecía que el séquito demoníaco estuviese a punto de atravesar la pequeña capa que nos aísla del infierno, algunos exagerados dicen haber visto un perro con tres cabezas y cola de serpiente (Cancerbero), otros a la Hidra, Íncubo, Súcubo, Djinn, en fin todos los compinches satánicos, nunca faltan esos que se alimentan del pánico e ignorancia de la gente.
Los ladrones no tenían valor para robar, los asesinos rezaban y pedían perdón por sus asesinatos, los estafadores prometían ser mejores, los mentirosos juraban amor a Dios si todo pasaba, todo era una tragicomedia digna de un premio de cine, el cielo pintado de azul marino nos recordaba que cuando los dioses y demonios se enfurecen no hay plegaria que pueda saciar su sed.
Así continuó la vida en la Tierra entre agua celestial y fuego infernal, los niños y hombres iban desapareciendo, los animales no resistieron mucho tiempo y murieron casi todos, solamente quedaron algunas ratas (con el pasar del tiempo se reproducieron en gran número), e insectos portadores de enfermedades que sin medicinas causarían una muerte lenta y segura. El olor era nauseabundo, había que caminar con mucho cuidado pues te podías tropezar con algún cadáver ya sea humano o animal, esto era peor que cualquier cuadro del fin del mundo, esto, era la vida misma, la vida que quizá nos merecemos o la que nos tenía preparada Dios y el Diablo.
No sé cuantas horas o días pasaron no tenía como darme cuenta, todo era azul oscuro, no había noche ni día, no vimos más la luz del Sol, no vimos más una planta que purifique nuestro dañado y contaminado oxigeno, no contamos mas cuentos de Hadas, no habían Cenicientas, ni Caperuzas, ni Alicias, ni Cerditos, nada de eso se contaba a los niños antes de dormir, simplemente se les lloraba y rezaba y se le pedía a Dios lo tenga en su gloria, que de seguro era mucho más calma que la que hoy mata a nuestros niños.
Al poco tiempo en el mundo sólo quedaron los jóvenes y algunos adultos que habían tenido una vida muy sana, los ancianos y niños se fueron en las primeras horas del Armagedón. La batalla fue intensa y no se dio tregua alguna, Dios quería ganar pero el Diablo respondía a sus armas con peores y constantes ataques, rayos eran repelidos con erupciones volcánicas, lluvia con temblores, truenos con tsunamis, en fin para cada castigo celestial había una respuesta terrenal o mejor dicho infernal. Nunca vi nada parecido a esto, la Tierra era un concierto en canon de llantos y lamentos, de rezos y misas de todas clases, hasta las ratas, que se reproducieron en gran número, parecían pedir con sus miradas al cielo que se acabe de una vez por todas. Recuerdo que en alguna lluvia eléctrica que me tocó vivir, vi a un hombre atragantándose con uno de estos roedores, su cara de espanto y asco no tenía forma de ser descrita, es más creo que él mismo no se creía que estaba alimentándose de una rata recién muerta, y es que en verdad sólo nos quedaba comer eso, no habían por mucho más tiempo cuerpos frescos para alimentarse, al poco tiempo las ratas se habían convertido en el maná de los tiempos de muerte. Desconozco el número de personas que aún quedaban en nuestro planeta pero asumo que eran muy pocos, todo fue tan rápido e intenso que nadie estuvo preparado y de a muchos murieron, era común tropezar con brazos, piernas, dorsos, cabezas de todo tipo de ser vivo.
En el mar no era diferente todo ese movimiento debió haber causado algún daño se dice que en las zonas costeras el mar varaba a cada instante nuevos peces, algunos cuentan que un monstruo con cuerpo de dinosaurio y aletas de pez abandono un lago conocido y se perdió en la maleza, historias como esa no paraban de escucharse, ballenas, tiburones, delfines, ostras, peces pequeños, medianos, y hasta peces que nunca antes habíamos visto con aspecto algo terciario aparecían en las arenas de las playas, este es nuestro planeta señores, ahora si podemos decir bienvenidos al Edén.
Soportamos no mucho más de lluvias, temblores y demás, de pronto la noche poco a poco se volvía claridad, el cielo azul marino estaba naranja, el aspecto de los que sobrevivimos todavía, era como el de los cavernícolas de las películas y no es para menos, un sol radiante nos invitaba a soñar, quizás somos los elegidos me susurro el tipo que feliz me abrazaba, una mujer desnuda corría y bailaba en una pista de baile hecha con cuerpos muertos, al fondo aprecié una pareja abrazados y caminando juntos sus últimos pasos, el hombre parecía que iba a morir antes que ella, y efectivamente pocos metros antes de llegar el tipo se desvaneció curiosamente en el único pedacito de concreto que quedaba limpio (llamémosle limpio al único lugar sin un muerto), la mujer sin más lágrimas que botar lo beso, se recostó en su pecho y lo abrazó tan fuerte que parecía que sus venas verdes se salían de su piel ahora casi transparente.
Con mi buen y nuevo amigo caminamos por todas las calles de la ciudad, si es que se le puede llamar calle a lo que quedaba de una mal llamada ciudad, el dibujo era el mismo muerte y más muerte, ratas en festines eternos moscas por todos lados, agua y mas agua, mierda en cada paso encima de los muertos, realmente hubiese preferido morir a estar viendo este cuadro repugnante y denigrante. Que bueno nuestro Dios le dije al tipo que me acompañaba, el sólo sonrió con la boca medio torcida.
El día parecía eterno y el calor era insoportable, el sol quemaba sus rayos penetraban hasta los huesos, sin agua era difícil sobrevivir, como extrañaba la lluvia y la oscuridad pensé, mi nuevo amigo se recostó en un muro que se había mantenido en pie y decidió no moverse más quedarse a esperar a la muerte o a la noche lo que primero llegue, él y yo discutimos por un tiempo no muy prolongado, y decidí no quedarme a ver su muerte, seguí avanzando pensando encontrar otro ser vivo, pero lo único que encontraba eran ratas comiendo personas, embarradas en mierda, mierda y más mierda alrededor. Estaba a punto de volverme loco no podía más y maldecía a mi orgullo y el no haberme quedado con el tipo vivo que ya a estas horas debería haber muerto, me recosté esperando el atardecer que nunca llegó, entonces pensé la guerra terminó, el fin del mundo ya pasó y somos pocos los que sobrevivimos y hoy lo contamos, Dios y el Diablo son amigos como antes que bueno por ellos, tuvieron que matar a mucha gente y ver sufrir a otros, hicieron que las personas caigan en la más profunda humillación, hicieron que la denigración sea la insignia de esta batalla, no les importo niños, ni ancianos sólo su guerra, su divina y satánica guerra, menos mal el altruismo de Dios es infinito, lamentablemente su ring de pelea fue nuestro planeta, que orgullo vimos en vivo y en directo el Armagedón, las armas infinitas de Dios y el poder del Diablo, el ring quedo hecho mierda y los espectadores que quedamos vivos aún esperamos nos devuelvan los boletos para guardarlos de recuerdo, hoy el ring nos cuenta en forma de un cuadro surrealista y aberrante la fuerza de Dios y el Diablo. Hoy yo medio muerto veo la luz al fondo del túnel, y veo que ésta nunca más se apagará, gracias Dios por darnos tu luz divina y alumbrar nuestro camino con este sol eterno que nos quita la vida.
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