martes, 13 de octubre de 2009

Lo que dice la Noche

El amanecer hizo que de a pocos vaya cerrando las persianas, su cuerpo cansado, por una noche realmente movida, pidió descanso (un poco de aire para respirar). Sus cabellos de mujer ahora estaban desordenados por el viento, por alguna mano de mujer y por la suya misma, sus ojos rojos de tanto fumar nos reflejaba la amargura de nuestra ciudad perdida, tan perdida como él mismo, tan desordenada como su vida, la decepción de un amor irreal hizo que fuese a buscar su suerte en algún bar de la fría Lima invernal, con esta acostumbrada garúa que no moja mucho pero molesta más a quienes no saben disfrutarla, caminó hasta que encontró un lugar decente donde poder tomar un trago sin ser molestado y por su puesto sin molestar a nadie.
Cuatro o cinco vasos de whisky y una mujer con ojos encantadores y una sonrisa celestial, hizo que su mirada, que sólo miraba hasta entonces a aquella chiquilla de hoyitos lindos, se fijase en ese cuerpo largo y delgado, en aquel cuello de bailarina de ballet, en esos ojos tristes, en aquella sonrisa de niña pícara, en esos labios que invitaban a soñar... "me puedo sentar, si quieres no hablar entenderé, pero estás solo y yo también... puedo?, sin decir una palabra le señalé la silla y ella gustosa se sentó. "Mi nombre es Leticia, pero puedes llamarme Leti, todo el mundo me dice así"... levanté la mirada (que en todo momento había buscado refugio en el vaso de whisky), "te llamaré Lucía, y te diré Lucía, para mí tienes cara de Lucía, y me gusta Lucía y tu cara", ella entre confundida y asombrada accedió a su repentino cambio de nombre, "¿Cómo te llamas?", disparó de una y sin compasión, nuevamente bajé la mirada al vaso que ahora tenia muy poco alcohol, "mi nombre no va con lo que soy o como soy, llámame como quieras, total da igual, yo te cambié el nombre hoy, es justo que lo hagas también, no crees?", nuevamente sorprendida por mi respuesta y con una risa confundida mientras trataba de buscar mi mirada, me nombró Eduardo, me dijo que tengo cara de Eduardo y que a ella le gustaba Eduardo y que le gustaba mi cara, con una sonrisa levanté la mirada clavando mis ojos en los suyos, "aprendes rápido, eso me gusta, veo que no eres de acá, estas bronceada, y con este clima, si no haz ido a un solario o alguna cosas de esas no puedes estar así", su reacción de pedir dos vasos de whisky y el silencio de algunos segundos eternos me hizo dudar que respondiera a mi pregunta, mientras mis ojos penetraban más y más en su mirada que no resistía y escapaba de la mía, pensaba por qué esta chiquilla de sonrisa pícara se sentó en la mesa mía, habiendo otros tipos solos en mesas tan parecidas a la que ocupo ahora. "Vengo de Tumbes, estuve en las playas del norte haciendo unas fotografías, soy fotógrafa, y dicen que soy buena, pero en realidad no lo creo, si fuese buena estaría trabajando para la National Geographic, no crees?, sin dejar de ver esos ojo negros le dije que las fotos roban el alma de las personas, pero sin embargo me gusta el trabajo de fotografiar.
Mientras tomaba mi quinto o sexto vaso de whisky, Lucía me comentó que vivía en casa de unas primas, pero que ellas no hablaban el mismo idioma, que parecía que estaban en una burbuja de cristal, que lo de afuera no les importaba, y eso la ponía mal, justo antes de venir al bar había tenido un pequeño problema con la menor de ellas y decidió salir a tomarse un trago para no romperse más la cabeza con tanta mediocridad. Era muy sensible a las palabras, es como que si cada frase, cada palabra que comentaba la analizaba, se tomaba su tiempo y después de pensar un poco respondía, cosa que no me gustaba, no telero que piensen las respuestas me gustan las que rebotan de inmediato.
Salimos de aquel bar para caminar un rato, el frío penetraba los huesos, la garúa había parado un poco y la noche estaba muy negra, como pocas veces pasa aquí. Y, para ser sincero, esos ojos negros de Lucía, se veían mucho mejor con las luces de la ciudad, su porte largo, sus cabellos negros, su mirada tierna, me trasladaba a un mundo diferente, donde el amor es amor, y la paz no era más que sus pechos, donde la calma empieza en el comienzo de sus piernas, y la esperanza su suspiro con la promesa aferrada a sus manos de no dejarnos nunca (loco soñador, a veces tenemos permiso para soñar, mas preferiría no tenerlo y no saber que significa esa palabra).
Entramos a mi viejo sitio, mi cuarto un poco desordenado, con algunos papeles encima de la cama, al costado unos libros no tan viejos, un cenicero con un cerro de cenizas y puchos, una botella a la mitad de un whisky no tan malo, un televisor que hacía las veces de mesa de noche, una radio vieja pero potente, al lado izquierdo de mi cama, había una pila de libros desde el Quijote hasta Mafalda, un video juego que había pasado de moda hace algunas décadas, y si bien no era un Atari, para los que nacieron en los 90s se lo imaginaban así.
"Déjame arreglar un poco esto que es todo un desorden", saqué lo que pude de la cama inmóvil, y quedó al menos algo decente. No hablamos mucho, tomamos lo que quedaba en aquella botella que se encontraba al costado de la radio, casi la mitad de un whisky de mediana calidad nos llevo a un beso que duro hasta el amanecer, que empezó en tu boca y termino en la punta de tus pies, un beso que desnudó nuestros cuerpos para amar, un beso que prometió no volver a pasar, un beso que me invitaba a soñar (nuevamente el maldito sueño con noches acompañadas y días felices... Bahhh!!), un beso... un beso, no fue el beso, fuiste tú, el beso fue pretexto para empezar, pero al terminar vi esos ojos negros de mirada tierna y pícara, con una lágrima que corría desesperada por tu mejilla, con la misma desesperación que tenía tu alma de salir de este lugar.
"¿Por qué lloras?".... ella limpiándose la cara me dijo que era hora de salir de ahí. No debió pasar, le escuché decir, miré lo que veía y era un cuadro donde los ojos tiernos se veían inundados por aquel arrepentimiento, tristes, lejanos, su cara ya no era más la suya, no más.
Déjame llevarte a casa, no quédate acá no soportaría tenerte como compañía de nuevo, no podría más y todo se iría al tacho... déjalo así, lo mejor es que no nos vamos a ver más, salió dejando la puerta abierta.
Salí detrás, sin que ella se pudiese verme sin parar de llorar seguía caminando, mientras que yo, con cada paso me confundía más y más, la noche había sido perfecta, y los dos nos entregamos como pocas veces me había ocurrido. Llegamos a un barrio digamos exclusivo, ella se para delante de un edificio donde sólo alcancé a escuchar un "No, baja por favor", un tipo alto salió le dio un beso en la boca y la abrazó con tanta fuerza que hicieron tronar mis huesos, el corazón me latía tan rápido que parecía que estuviese taladrando mis costillas para salir de ahí. Di un paso y otro más, de pronto estaba muy cerca, "perdón" exclame como pidiendo permiso para poder pasar por aquel lado de la acera, ella Leticia (ex Lucía), había reconocido mi voz, se soltó tan rápido como pudo y me miro ya no con la picardía y ternura de antes, hoy una mirada decepcionada y más triste que antes.
Seguí caminando no se hasta que hora, sólo sabía que estaba muy lejos de mi lugar, tan lejos como Lucía (ex Leticia) de mí, tan cerca como Leticia (ex Lucía) de mí. Con la cabeza revuelta, y el corazón bombardeando hiel decidí volver a casa.
Nuevamente un amor irreal fue motivo de su decepción. A veces quisiera no soñar más, este mundo no es para soñadores, a nosotros nos bajan de una par de pedradas, sin embargo seguimos subiendo nuevamente para que la misma piedra nos caiga y volvemos a caer en el frío piso.
Hey Sabina, no tienes unas pastillas para no soñar?

 


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