Ya no llores, no mires más para atrás, hoy para adelante no seamos estatuas de sal. No llores más no mojes los jazmines, no grites más su nombre.
Hace algún tiempo (buen tiempo), que no escribo, y no es por que no se me de la gana de hacerlo, no, es más bien por que no se me ocurre nada, un buen tema, algo interesante en mi vida, algo nuevo, algo que llame realmente mi atención.
La semana pasada estuve en una reunión muy sui generis, con diplomáticos, un pintor muy asexuado, un dizque cantante pop poco popular y muy resistido por su público (tacaño de aplausos), una mujer muy linda de esas de clase alta y que hablan con la muñeca doblada (que resultó ser prima de una chica con quien trabajé alguna vez), una alemana de melena de león que solamente hablaba su idioma natal, una diseñadora muy buena onda, un cantante de karaoke, y un escritor desconocido hasta para sus lectores (que son muy pocos por cierto). Pensé que esta reunión tan lineal, sin algún pico que me lleve o me eleve, me guiaría a escribir algo, lo comenté con mi acompañante, y sin embargo no fue así, me distraje, mi mente se bloqueo, la inspiración salio a comerse un croissant con un expreso y fumar unos Parisiennes, anda así, no me quiere ver ni en pintura, se queja que no le doy el tiempo debido, que no me importa como antes, que si está o no da igual, raro no?, ella siempre fue compañera y amiga, siempre estuvo, y cuando no, estaba como vacío, pero pensándolo bien ahora no es como antes, estoy feliz aunque todo sea un horror, no me importa si el mundo se cae a pedazos, si mueren todos, no me importa nada hoy, no me importa volverte a ver (aunque es todo una utopía, el hecho de pensarlo nomás).
La metamorfosis comenzó, Kafka me lo dijo y no lo quise ver, hoy las patas y las alas, el armazón, las antenas, la baba verde, los ojos de mosca, todo, todo eso me envuelve, me duele, me angustia, mas es sólo mi cambio el que me importa, mis ojos y no los tuyos, mi rostro, no el que recuerdo que olvidé (raro, antes no quería olvidar ese rostro, cerraba los ojos y lo veía, pero se difuminaba con el tiempo, se convertía en nada, la memoria hacía esfuerzos para recordar y el recuerdo me anotaba que la memoria es muy frágil y que si no se le alimenta muere en el olvido), la voz que juré no escuchar más despues de una laraga tertulia interrumpida por las distancias. Hoy no sé bien por qué escribo, no sé qué escribo, mis manos actúan, se mueven solas, los dedos cobraron vida y se pusieron a teclear, mi mente está en blanco y es como un estado de trance, como un viaje a un mundo blanco con mil gamas de blanco, como un paisaje ártico, como me siento ahora.
De mi boca pueden salir mil cosas, algunas verdad otras no tanto, sin embargo los ojos y las manos no mienten, no les enseñé a hacerlo y no quiero que lo hagan, son mi parte brutalmente honesta, son mis suicidas, mis asesinos, mi piel suceptible, mi guerra, mi paz.
Ayer soñé con ese mar que quisiera ver, con el que prometí ver, aquel mar que no veré, quizás no es el día, quizás no la compañía, quizás simplemente desperté del mambo y me di cuenta que no se deben saltar los escalones de a cinco, no por que te puedes caer, por que te puedes quedar paralítico, por que te puedes matar. Ayer el mar con el que soñé era azul y calmo, era de verano y sol, de paz y amor, hoy el mar al despertar no existía más y a pesar que todo era calma, el vacío de aquel mar inmenso como las ilusiones de algún octubre desgarrador eran aun más grandes.
Hace mucho tiempo que no escribo, la inspiración terminó su croissant, el café y los cigarrillos y se fue sin pagar la cuenta, hoy huye llorando por los jardines, viajó por Berlín pasando sustos, saltó el mundo y se cayó de cabeza, miró y escucho la música del ayer, te recordo y olvidó, olvidó hasta su nombre y anda buscándome, si la ven es más bien chiquita, desgreñada, con pinta de dorgadicta delirante (a pesar que solo fuma cigarrillos y toma café), anda como borracha en zig zag, no se pinta los labios anda al natural, tiene ojos grandes y negros, los cabellos del mismo color y habla poco, le gusta más escuchar, la peitza nunca baja la mirada y si le saludan responderá con una sonrisa.
Si la encuentran diganle por favor que olvido su pasado en mi casa, que lo tengo en una burbuja de cristal, y que venga por ella para que pueda empezar una nueva vida...
Yo recuerdo tu piel, yo recuerdo tu voz, como las estaciones yo te vi reír ya no llores... Nome verás, no me hablarás...
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