Recuerdo hace algunos años atrás (en realidad no muchos, unos 20), la vida era todo más simple, uno despertaba a bañarse, vestirse, tomar desayuno e ir al colegio, donde a título personal yo iba a divertirme, hacer travesuras por montones, estudiar poco y conocer amigos nuevos. Eso sucedía en época de escuela, cuando estaba de vacaciones era diferente la cosa y más aún si me iba a visitar a mi familia en el interior, buenísimo. Me despertaba generalmente a las 9 de la mañana, tomaba desayuno y me iba a jugar a la calle con mis primos y amigos de la infancia, la clásica carrera de bicicletas en las pistas de tierra yo alucinaba estar en una carrera de motocross, nos paseábamos todo el pueblo en bici por las mañanas; íbamos al cementerio, al mercado, a la carretera, en fin éramos unos aventureros en dos ruedas, y de verdad así nos la creíamos, Marco, Hugo, Martín y yo, perseguíamos a las chicas que iban en los mismos medios de movilización que el nuestro para terminar jugando a los policías y ladrones (la ingenuidad de la época), hacíamos carreras de nunca acabar, bueno sí se acababan, cuando una de nuestras madres salía a buscarnos para almorzar.
Luego, por la tarde un partido de fútbol para bajar el almuerzo, ¡vaya forma de hacerlo!, yo nunca fui un Maradona en el fútbol, pero siempre cumplía y me mataba por el equipo, no era muy técnico, pero algunas jugaditas me salían Yuri, Pilón, son los nombres que recuerdo, y recuerdo también que jugábamos frente a la casa nuestra, y a la casa de la señorita Howell, una anciana profesora, que en verdad se la pasaba tratando de ahuyentarnos, renegando, tirando agua a la tierra para que no juguemos más, pero con agua o sin ella siempre celebrábamos muchos goles, era una anciana de esas que no te dan ganas de saludar pero que con la mirada inquisidora de la madre lo hacías de compromiso, mas a pesar de todo eso, en el fondo yo sé que la señorita Howell nos quería.
Esos partidos de fútbol que jugábamos frente a casa y frente a casa de la señorita Howell, también lo jugábamos frente a casa de Erika, una niña linda (según lo que recuerdo), era como la niña de la ventana, siempre la vi así, sus papás eran muy chapados a la antigua y represivos de sobremanera, no la dejaban salir seguido y si lo hacía sólo con chicas. Las malas lenguas decían que ella estaba enamorada de mí, y yo niño tímido sólo me sonrojaba y reía o a veces me molestaba, Erika llegó a gustarme e incluso un día me mandé y le dije que me gustaba y quería ser su novio, quizás ese fue el momento de mayor tensión, no recuerdo bien pero no creo haber tenido mas de 11 años, y ella era mayor que yo por un año e incluso más alta, llamemosle el primer amor, de pronto el más tierno, el más puro, la ilusión, las primeras cosquillas en la panza, los primeros latidos acelerados del corazón, los primeros sueños, la primera desilusión, la primera decepción, en fin (con estas últimas palabras deben captar que la respuesta fue obvia), un NO rotundo que me creó alguna suerte de resentimiento que se borraría en un par de horas jugando "lingo" con los primos y amigos, Cynthia, Marco, Carlita, Lili, Martín, Gaudi, Erika, Hugo, Luchito, René, La Pochi, y obviamente yo, jugando hasta que el sueño nos venciera, todos éramos amigos, todos nos cuidábamos, linda época esa.
El tiempo pasó y no voy a olvidar jamás mis viajes a la hacienda Cayaltí, un lindo lugar, el sitio donde aprendí a ser niño, donde mi niñez dio paso a la adolescencia y donde regresé ya joven, el lugar donde vivió mi madre, mis tías y tíos, mis abuelos, algunos primos, grandes amigos, mi primer amor, mi primera fantasía sexual, un lindo lugar para morir, un gran lugar para ser feliz, para ser niño y jugar. Hoy 20 años después de mi primer recuerdo de Cayaltí sé que tengo que agradecer a mis viejos por haberme llevado allá, por dejarme ser sin restricción alguna, a mis amigos y primos por estar y dejarme entrar, sé que por más tiempo que haya pasado siempre nos recordaremos, no supe más de Erika, Hugo, Lili, Luchito, René, La Pochi, Liliana, Carlita, Verónica, Luchito (otro por si acaso), no supe más de nadie, pero sé que en algun momento de su vida ellos recordarán una parte de su niñez y en esa parte chiquita estaré yo, de pronto y no se recordarán si quiera mi nombre pero sabrán que existí, gracias chicos, y señorita Howell, dentro de todo la queríamos, que descanse en paz Señorita Howell.
No hay comentarios:
Publicar un comentario