Recuerdo que llovía, era todo muy difuso,
quizás el dolor del corazón lo desenfoca así,
mil noches perdidas en el insomnio de la luz.
De día mi rostro envejecía, miraba el espejo
y el reflejo me mostraba a otro ser,
no sabría como explicarlo pero parecía como si día y noche
me convirtieran en dos personas distintas.
La noche era utilizada para pensar,
escribir un poco y planear lo que vendrá,
ningún detalle se escapa a las 3 ó 4 de la mañana.
Veía la calle desde mi ventana empañada por el frío,
y la lluvía de otro lugar que no era el mío,
mi vida se había quedado tal vez
en algun sitio que en el pasado había vivido,
no lo sé, de repente sólo veía en el reflejo de mi rostro de día
la vida que pensaba perdida.
Al manecer ya con ojeras de fin de semana,
mi cuerpo cansado pedía a gritos el final
pero nada podía parar, no hay descanso, no hay final.
Encerrado entre cuatro tapias,
quiero salir al mundo, quiero ver el sol otra vez,
necesito caminar, escuchar el ruído del tránsito,
llorar, parar, mirar, soñar, necesito no esperar más.
En la mañana mi angustia se eleva y me destruye
o sea quizás que sólo veía en el día el reflejo de mi rostro de día
la vida que pensaba perdida.
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